Mi padre era carpintero y mi madre la limpiadora en el barracón donde él hacía muebles. Mi abuelo paterno era un peón caminero con nueve hijos y mi abuelo materno un pastor con seis criaturas que quedaron huérfanas de padre y madre antes de que la mayor cumpliera quince años. Mis padres y mis trece tíos y tías se criaron en casas sin luz eléctrica ni agua corriente y todos ellos empezaron a trabajar siendo niños.
Mi padre, soldado de la quinta del 36, me contaba sus experiencias en la guerra civil y las de su padre y su abuelo en guerras anteriores: África, Cuba, guerras carlistas. Por lo que decía, y repasando la historia de España, doy por hecho que todos mis antepasados padecieron al menos una guerra, y alguno sufriría dos o más.
No somos descendientes de los Reyes Católicos ni los herederos de ningún Imperio. En todo caso, nosotros, y la mayoría de los ciudadanos de este país, descendemos de los siervos de los poderosos. Somos fruto de los soldados que servían como carne de cañón en sus caprichosas guerras y de las mujeres que eran violadas por los señoritos con derecho de pernada. Ambas cosas fueron una práctica habitual durante siglos.
¿De qué grandeza hablan quienes evocan una España Imperial a la que quieren retornar? La España de mis antepasados, la España de la inmensa mayoría de los españoles, acababa en los límites de su pueblo y solo salían de allí si los empujaba el hambre o si los mandaban a guerrear en confines remotos donde nada iban a ganar y nada se les había perdido.
España entonces era grande para los reyes, para los aristócratas y los terratenientes, para nadie más; para ellos nunca ha sido pequeña porque, aun en medio de la miseria general, siempre les han ido bien las cosas.
Yo no soy heredero de ningún conquistador ni aspiro a otra España imperial. Soy heredero de los supervivientes de aquellos delirios y no aspiro a más imperio que el de la Ley, plasmado en cuatro pilares básicos que ahora mismo me parecen más grandes que todas las listas de reyes y batallas: Educación Pública, Sanidad Pública, Pensiones Públicas y Servicios Sociales Públicos. Eso sí que nos pertenece a todos. Eso sí que es grande. Por eso sí merece la pena luchar.
